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El Día de Acción de Gracias siempre es un tiempo especial para compartir en familia. Una gran parte de mi familia va a poder compartir en este feriado. Y me acuerdo de las veces que compartí con mi familia venezolana, creando una comida especial con ella.
Sé que muchos no tienen la misma bendición que yo he tenido de una familia que se apoya y que se ama. No somos perfectos, para nada. Pero anhelamos compartir el amor y el apoyo que se encuentra en el contexto de familia.
Doy muchísimas gracias a Dios por mi familia: mis padres, abuelos, hermanas, cuñados, sobrinos, tíos, primos, etc. Y doy gracias a Dios por mi familia en Cristo que se encuentra en todas partes del mundo.
Como dijeron Philip Yancey y Henri Nouwen…
“La familia es una institución humana en la cual no tenemos elección. Entramos al nacer, y como resultado, involuntariamente, nos unimos con una combinación rara de personas distintas. La iglesia nos llama a un paso más adelante: voluntariamente decidir unirnos con personas distintas por el vínculo común que tenemos en Jesucristo. He descubierto que una comunidad así es un paralelo a la familia como ninguna otra institución. Henri Nouwen una vez describió una comunidad como “un lugar donde la persona con quien menos quieres vivir siempre vive.” Su definición aplica de igual manera al grupo que se reúne en los Días de Acción de Gracias y al que se congrega todos los domingos por la mañana.”
(Philip Yancey, ¿Para qué ser parte de una iglesia?: Mi peregrinaje personal)
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Escrito por Karla Leyton, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Nicaragua
Por medio de las Escrituras hemos conocido que Dios creó todo cuanto podemos observar en nuestro día a día y que es muy hermoso, como lo es la naturaleza, pero debemos resaltar que entre todo lo creado, lo más especial para Dios fue crear al ser humano.
En Génesis 1:26 encontramos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.” Esta es una razón por la cual quiere que todas seamos salvas, pero también que pertenezcamos a un ministerio con los dones y talentos que Él dispuso en cada una de nosotras.
Es por eso que vemos en varios pasajes de la Escritura ejemplos de mujeres que se entregan con el corazón a Dios, y quienes obedientemente, cumplen con una misión determinada que agrada a nuestro Amado Padre. Podemos destacar a Débora, aquella jueza valiente que tenía integridad y determinación; a María, quien fue escogida para ser madre de nuestro Salvador; a María Magdalena, una discípula siempre dispuesta a aprender; a Sara, esposa de Abraham, quien fue amable y obediente; y a Ester, quien con su belleza e inteligencia mantuvo a salvo a su pueblo.
Todas ellas, y ahora nosotras, podemos sentirnos agradecidas por ser una parte del Todo. Hacemos eso, por ejemplo, cuando reconocemos la bendición de ser maestras de la escuelita dominical instruyendo al niño, o cuando enseñamos a otras mujeres a cómo utilizar su personalidad y aptitudes para servir al pueblo de Dios.
“Porque somos hechura suya creados en CRISTO JESUS para buenas obras, las cuales Dios preparo de ante mano para que anduviésemos en ella.” (Efesios 2:10)