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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Una leyenda judía del primer siglo dice que un buen discípulo está cubierto de polvo del rabí. Él sigue al maestro tan de cerca que no puede evitar llenarse del polvo de sus sandalias.
Una mujer sabia que practica seguir de cerca las pisadas de Jesús (1Pe 2:21) estará cubierta por el polvo del Rabí. ¿Cómo será ella?
- Amará a Dios y le buscará en primer lugar (Mt 6:33, 22:37).
- Será conocida por el amor de Cristo en ella (Jn 13:35).
- Hablará con Dios a toda hora (Lc 6:12).
- Expresará abiertamente sus sentimientos a Dios a través de la oración (Mt 26:42).
- Pedirá apoyo a otros (Mt 26:37-38).
- Servirá a otros (Mt 20:28).
- Será santa: apartada para un propósito (2Pe 1:16).
No es una lista exhaustiva. ¿Qué otras características te vienen a la mente que una seguidora de Cristo acumularía del polvo del Rabí?
Mientras más caminamos con Él y hablamos con Él, más nos convertimos en cómo es Él. Hechos 4:13 es uno de mis versículos favoritos porque fue obvio a otros que esos dos hombres ordinarios habían estado con Jesús.
Los gobernantes, al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y reconocieron que habían estado con Jesús.
¿Recuerdas un momento en el que fue obvio para otros que habías pasado tiempo con Jesús?
Al final de un retiro de mujeres, después de un tiempo de adoración, un domingo por la mañana, después de una clase bíblica profunda en la Palabra, después de un tiempo intensivo en oración… cualquier momento que podamos pasar en relación con nuestro Maestro se convertirá en lo que sobreabunda en nuestras vidas, cómo actuamos y hablamos. Jesús hablaba con Su Padre frecuentemente para que Sus palabras siempre fueran una representación correcta de Su Padre (Jn 12:49).
Un miércoles por la noche, mi mamá estaba hablando con una amiga, quien comentó lo exhausta que parecía mi mamá, reconociendo cuán desanimada estaba sobre una determinada situación. “Sí, estoy cansada” admitió mi mamá, “pero necesito entrar en el local de la iglesia. Gracias por tus oraciones”.
Después de la reunión esa noche, mi mamá llamó a la amiga de nuevo. La amiga señaló: “¡Guao! Suenas como una persona distinta. ¿Sigues cansada? Se nota que fuiste verdaderamente animada por el tiempo con otros cristianos”.
Cuando andamos en el polvo del Rabí, también tenemos la bendición de pasar tiempo con otros “empolvados”. Nadie anda perfectamente el camino cristiano. Estamos practicando. Cuando una cae, hay otra que le levanta (Ec 4:10). Y mientras más cerca seguimos en las pisadas del Rabí, más profundamente crecemos en relación las unas con las otras. Una mujer sabia que practica seguir de cerca las pisadas del Rabí andará con otras discípulas que también están siguiendo a Jesús.
Conectar con Dios y las unas con las otras más profundamente, equipando a otras mujeres a hacer lo mismo… ¡suena como una buena idea para un ministerio de mujeres!
¿Cómo quieres crecer más como Jesús, andando en el polvo del Rabí?
¿Cuál es una espina que te impide seguir Sus pisadas?
¿Cómo puede otra Hermana Rosa de Hierro animarte o acompañarte a estar “empolvada”? Agradezcan la una a la otra por la oportunidad de servir como hierro afilando a hierro al practicar seguir las pisadas del Rabí.
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Escrito por Juaneylla White, miembro de la junta directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Texas
¿Cómo seguimos Sus pasos hoy en día? Me han hecho esta pregunta antes.
Creo que, en su camino con el Eterno, muchas personas también se preguntan: ¿cómo puedo seguir los pasos de Jesús? Sin embargo, solo una introspección honesta de cómo estamos caminando hacia la eternidad nos impulsa a girar la llave dentro de nosotras mismas y buscar una dirección más asertiva, volviendo nuestros corazones para escuchar la voz de nuestro Pastor.
En Juan 10:27, Jesús declara:" Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen" (NVI). No siempre fui una oveja, pero desde muy temprana edad, la semilla de la fe había sido plantada en mi corazón. Me tomó casi dos décadas desde mis primeros años de vida entender que, para ser una oveja, necesitaba dejar que Jesús fuera mi pastor y que, para seguir Sus pasos, necesitaba calcular cuánto me costaría esta decisión.
Necesitaba entender que los dioses falsos necesitaban salir de mi corazón para que Jesús pudiera entrar y reinar, que yo era uno de esos dioses con mi propia voluntad y justicia que en realidad no eran más que trapos de inmundicia (Is 64:6). También necesitaba entender que, además de arrepentirme y reconocer mi desesperada necesidad de un Salvador, necesitaba negarme a mí misma, tomar mi cruz y seguirlo día a día.
Para mí, seguir los pasos de Jesús siempre ha significado caminar como Él caminó. Parece sencillo, pero no lo es tanto cuando la naturaleza humana quiere hablar más alto y lucha contra el espíritu. Vivir la vida en obediencia a la Palabra de Dios significa someterme a Su voluntad para mi vida. Veo que esto es mucho más que seguir reglas o completar una lista de quehaceres semanal, sino más bien un estilo de vida diario que no solo agrada a Dios, sino que Lo representa, Lo glorifica y Lo imita no solo en lo que me conviene, sino en lo que más desafía mi lado humano y carnal.
Es renunciar a mí misma y buscar la santificación todos los días. Es ser consciente de que, si me caigo, hay una mano que puede levantarme; hay un nuevo comienzo porque el perdón de Dios me está esperando. Seguir los pasos de Jesús es definitivamente ir a contracorriente de una sociedad caída y separada de Dios, entendiendo que mi camino (o el de cualquier cristiano sincero) hacia el cielo no es fácil, pero es posible gracias a Cristo y a Su Espíritu Santo que vive dentro de mí. Es entender que estoy en este mundo, pero no soy de aquí. Es ser como un niño en Su pureza sin ser infantil, sino servirle con entendimiento y discernimiento en mi corazón y mente. Cuanto más lo busco, más lo conozco, y más intimidad y comunión tengo y deseo.
El enemigo siempre ha utilizado estrategias para desviarnos del propósito de Dios y destruirnos, por lo que Jesús vino en nuestro nombre para destruir las obras del diablo y darnos vida, y vida en abundancia (Jn 10:10). Seguir Sus pasos es tener el privilegio de ser cristiana, de ser elegida, de ser una hija amada, redimida, aprobada, representante del cielo, mensajera de Su Palabra. Es servir y amar al prójimo sin caer en la trampa del rendimiento o del “merecimiento". Es vivir como alguien cuyo propósito en la vida son las cosas eternas, saber que soy una peregrina aquí y que mi patria es el cielo y ahí es donde está mi tesoro; ahí están los que me dejaron un legado de fe en Cristo. Seguir Sus pasos es caminar en obediencia y sumisión con la certeza de que, como coheredera de Cristo, un día estaré en Su presencia sentada a Su mesa, disfrutando de una comunión plena donde Lo veré cara a cara.
Seguir los pasos de Jesús en obediencia ha sido y sigue siendo la mejor y más importante elección que hago todos los días, ¡simplemente porque lo amo!
¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. (Jn 14: 21a)
Mi deseo es seguir siguiendo al Señor y animar a otros a hacer lo mismo. ¡Que Dios nos ayude!