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Escrito por Michelle J. Goff
¡Hoy es un buen día para que enfoquemos nuestros ojos en Cristo!
Col. 1:15-20:
15 Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
16 Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él.
17 Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten;
18 y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
19 por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud,
20 y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz.
¿Qué significa supremacía? De acuerdo a la definición en diferentes fuentes al navegar en el internet:
1. Superioridad absoluta en grado, jerarquía o autoridad. Preeminencia.
2. Superioridad sobre los demás en cualquier actividad.
3. Prioridad sobre una persona o una cosa.
4. Grado supremo en cualquier línea. Preeminencia, superioridad jerárquica.
En estos días en los que probablemente muchos se están afanando en actividades como decoraciones, regalos o si están o no con familia y amigos, debemos asegurarnos de dar el lugar correcto a quien se merece tener la prioridad sobre toda persona o cosa: Jesús.
Hoy, este mes, y cada uno de nuestros días, debemos reflexionar en que la paz que tanto anhelamos y que buscamos en muchos lugares, viene a nosotros solamente cuando pasamos tiempo en comunión con Dios, agradeciendo al Padre por el regalo de Jesús y la presencia del Espíritu Santo.
¿Ya trabajaste en tus planes y proyectos para el 2021? En esos planes, ¿Tiene Jesús la supremacía?
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Escrito por Brenda Brizendine, Asistente de comunicaciones del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
Sarah es conocida como una de las mujeres en las que la bondad de Dios se depositó grandemente en su vida. En Génesis 18, tres personajes celestiales la visitan a ella y a Abraham para darles una promesa por la que habían estado pidiendo por largo tiempo.
En el verso 12 vemos la reacción de Sarah: Incredulidad. Ella estaba reaccionando de esa manera porque estaba viendo solamente lo terrenal, lo que sus ojos, sus sentidos y su razonamiento dictaban. Quizá ella no había reconocido quiénes eran estos mensajeros que traían una palabra y promesa para su vida, y posiblemente por eso pensaba de esta forma. Pero, en el versículo 14 podemos leer que Dios le responde a Abraham: “¿Acaso hay algo imposible para el SEÑOR?”, y luego reafirma la promesa dada. Para Dios no hay imposibles; para Él no hay edades, no hay tiempo, no hay situaciones difíciles.
Muchas veces, nosotras actuamos y pensamos como Sarah. Leemos en la Biblia promesas que son para nosotras; porque lo que Dios dejó en Su palabra es para nosotras, para que lo podamos aplicar a las situaciones que estamos enfrentando en nuestras vidas. Pero, no lo creemos, no vemos que eso es para nosotras, porque pensamos que no somos merecedoras de esas promesas y esas respuestas que Dios ha dejado en Su palabra.
Hoy te recuerdo, tú eres merecedora de la bondad y misericordia del Señor. Esto ya fue entregado por ti en el momento en el que Jesús decidió venir a esta tierra y entregar Su vida por amor a ti.
En el caso de Sarah y Abraham, Dios les daba una promesa que tendría efectos eternos. Dios tiene propósitos grandes para ti en esta tierra. Propósitos y una misión que solamente puedes cumplir tú, nadie más. Pero, muchas veces, nos enfocamos únicamente en la vida terrenal y perdemos de vista el propósito de Dios para nuestra vida.
Algunas otras veces no recibimos la respuesta que hemos estado pidiendo porque quizá hemos estado pidiendo para cosas de la tierra, o sólo nos enfocamos en cosas de la tierra. Santiago nos alerta de esto en el capítulo 4:3, “Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones.”
Entonces, al finalizar este año, en medio de circunstancias tristes, dolorosas o complicadas que podamos estar viviendo, es momento de sentarnos y evaluar qué hemos estado pidiendo, y por qué hemos estado atravesando estas situaciones. Debemos buscar al Señor y pedirle a Dios Su misericordia, pero también Su sabiduría para que Él pueda cumplir Su propósito y Su voluntad en nosotras, y no nosotras estar cumpliendo nuestros deseos y nuestras voluntades.
Cada vez que nos acercamos al Señor, Él en Su infinito amor nos habla y va enderezando nuestro camino (Prov. 3:5-6). Allí es cuando en nuestro corazón cobrarán vida las palabras que le dijeron a Sarah en el verso 18: “Es un hecho que Abraham se convertirá en una nación grande y poderosa, y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra.”
Te invito a meditar en esa pregunta, y responderle sinceramente a Él, ¿Hay algo difícil o imposible para Dios?
Deseo que este mensaje pueda llegar a tu entendimiento y pueda entrar a tus pensamientos, y pueda sacar la duda, la frustración, el temor que hay en tu vida. Esto traerá la respuesta del Señor a tu necesidad. Que este año que termina y en el año que inicia, podamos tener nuestros ojos puestos en Jesús (Heb. 12:1-2), enfocadas en las promesas que el Gran YO SOY tiene para nuestras vidas.