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Escrito por Michelle J. Goff
Eva cayó en una trampa que entiendo demasiado bien… porque a veces, sólo quiero saber.
Quiero saber lo que me espera en el futuro. Quiero saber por qué soñé con lo que soñé anoche. Quiero saber cómo van a salir las cosas. Quiero saber todos los ingredientes de la comida nueva que probé. Me gusta planear y organizar las cosas, así que quiero saber cómo anticipar lo que va a pasar y prepararme y preparar a otros. ¡Quiero saber!
Cuando me confunde algo en la Biblia… Cuando el camino no está claro… Cuando estoy buscando el guía de Dios… No está mal querer saber, ¿verdad? ¿O lo es…?
Eva quería saber. Quería ser conocedor del bien y del mal. Quería conocer el sabor de la fruta prohibida. ¿Cuál era su prioridad? Quería saber más que quería confiar.
Necio es el que confía en sí mismo; el que actúa con sabiduría se pone a salvo. (Prov. 28:26)
Caminar en sabiduría significa confiar en Dios no importa lo que nuestro conocimiento o entendimiento nos dice. Y aquí les comparto el proverbio que más me recuerda de esta verdad cuando siento que voy a caer en la tentación, como Eva, de querer saber más que confiar…
Confía en el Señor de todo corazón,
y no en tu propia inteligencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
y él allanará tus sendas.
No seas sabio en tu propia opinión;
más bien, teme al Señor y huye del mal.
Esto infundirá salud a tu cuerpo
y fortalecerá tu ser.
(Prov. 3:5-8)
Cuando confío en Dios, le pongo de primera prioridad en todo… especialmente sobre mi deseo de saber.
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Escrito por Wendy Neill, Coordinadora de Avance del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Searcy, AR
Amo a los pájaros. Cuando los veo, me asombra la creatividad de Dios y Su atención a los detalles. El diminuto colibrí garganta de rubí puede pasar a tu lado, pero se detiene instantáneamente para flotar o invertir la dirección. Dios les dio a los periquitos, loros y guacamayos colores vibrantes e incluso la capacidad de imitar el habla humana. Esa habilidad parece no tener otro propósito que el de deleitarnos a nosotras, Sus hijas.
Recientemente me mudé a una casa diferente y estoy encantada de tener una oficina con terraza acristalada, con dos comederos para pájaros. Los cardenales de color rojo brillante con sus máscaras negras son visitantes frecuentes. Me encanta mirarlos, ¡pero ellos también me miran a mí! Se suben al arbusto justo afuera de mi ventana mientras trabajo, acercándome más y más. Luego inclinan sus cabecitas para poder verme bien. Me di cuenta el otro día que, al mirarme a través de las persianas horizontales de mis ventanas, ¡debió parecer que yo era quien estaba en una jaula! Me reí a carcajadas y dije: "Bueno, me siento como si estuviera en una jaula estos días".
La pandemia nos ha obligado a muchas de nosotras a quedarnos en casa y evitar las actividades sociales. ¡Soy extrovertida y realmente extraño estar rodeada de gente! Todo lo que hago es trabajar, comer y dormir. No salgo de mi casa durante días seguidos y se siente como una jaula.
Pero a veces es bueno “estar quietos, y conocer que yo soy Dios” (Sal. 46:10, RVR1995). Nos da tiempo para reflexionar y redefinir nuestras prioridades. No tenemos que sentirnos atrapadas en una jaula. Podemos pedirle al Padre que nos muestre lo que podemos hacer para glorificarlo en medio de nuestro aislamiento.
A menudo he estado enfocada en mí misma a través de esta pandemia. ¿Te ha pasado? Al redefinir las prioridades y pedirle ayuda a Dios, podemos encontrar formas de acercarnos a los demás y animarlos. Escribir una tarjeta, enviar un mensaje de texto, llamar sólo para ponerse al día, usar Zoom o FaceTime durante unos minutos, o incluso reunirse en persona cuando sea posible, puede ser un estímulo mutuo. Personalmente, encontré una gran alegría al enviar paquetes de ayuda a estudiantes universitarios que ni siquiera conocía mientras están en su cuarentena en un dormitorio solitario.
¿Cuáles son algunas formas en las que puedes liberarte de tu "jaula" para animar a los demás?