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Este año vamos a tener nuestros ojos fijos en el Gran YO SOY, el TODO, y estaremos aprendiendo cuál es nuestra parte en Él y en Su cuerpo.
Col. 1:15-20
“La supremacía de Cristo
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia.
Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.”
Mateo 28:18-20
“Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo:
—Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.”
Efesios 4:16
“Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro.”
1 Cor. 12:12-27
“Un cuerpo con muchos miembros
De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo. Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo —ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Ahora bien, el cuerpo no consta de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Y, si la oreja dijera: «Como no soy ojo, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería del oído? Si todo el cuerpo fuera oído, ¿qué sería del olfato? En realidad, Dios colocó cada miembro del cuerpo como mejor le pareció. Si todos ellos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Lo cierto es que hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Ni puede la cabeza decirles a los pies: «No los necesito». Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, y a los que nos parecen menos honrosos los tratamos con honra especial. Y se les trata con especial modestia a los miembros que nos parecen menos presentables, mientras que los más presentables no requieren trato especial. Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían, a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y, si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él. Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno es miembro de ese cuerpo.”
Romanos 12:4-5
“Pues, así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás.”
1 Pedro 2:9-10
“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.”
Hebreos 12:2
“Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.”
Salmo 40:8
“El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón.”
¿Estás lista para fijar tus ojos en Jesús y ser parte del TODO?
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Escrito por Tony Brizendine, esposo de Brenda y voluntario con el Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Puedo recordar la emoción que sentí como si fuera ayer. Brenda y yo estábamos escogiendo el color de la pintura, los gabinetes, la alfombra y detalles de iluminación para nuestra nueva casa. Esto es algo por lo que habíamos orado por años y nuestro sueño finalmente se estaba volviendo realidad. Recibimos una llamada de nuestro vendedor de bienes raíces mientras celebrábamos mi cumpleaños. Él nos felicitó porque aseguramos la propiedad en la que construiríamos nuestra nueva casa. Yo pensé con certeza que era la mano de Dios bendiciéndonos. Ya habíamos vendido nuestra antigua casa y estábamos viviendo en el sótano de la casa de mis padres mientras esperábamos que construyeran nuestra nueva casa. Además, estábamos esperando a nuestra hija y esperábamos que la casa estuviera terminada antes de que ella naciera.
Los meses que siguieron parecían contradecir toda nuestra emoción. La construcción de nuestra casa se demoró por varios meses debido a una escasez de trabajadores. Para el momento en que los trabajadores estaban disponibles, recibí la noticia de que estaban cancelando mi contrato de trabajo. Finalmente, tuvimos que dejar el contrato de construcción de nuestra casa unas semanas antes de la fecha estimada del parto de Brenda. Estaba devastado. Sin trabajo, sin casa y una bebé en camino. Me preguntaba una y otra vez, “¿Por qué un buen Dios permitiría que esto sucediera?” Me sentía enojado y abandonado por Dios.
Unos días después de que nuestra hija naciera, recibí una llamada de un antiguo jefe. Él me estaba invitando a aplicar a una posición disponible en su compañía. Una semana después de su llamada y las entrevistas, estaba empleado de nuevo. Mis padres y mi hermana menor nos ayudaron con nuestra hija recién nacida mientras vivíamos con ellos, lo cual fue una gran bendición para nosotros. Dos meses después, nuestro vendedor de bienes raíces nos llamó porque tenía una muy buena casa disponible para comprar que llenaba nuestras necesidades perfectamente. Pudimos mudarnos a nuestra casa durante el fin de semana de mi cumpleaños, exactamente un año después de que habíamos asegurado la propiedad para la casa que queríamos construir.
Después de tener un tiempo para reflexionar, me di cuenta que no estaba poniendo a Dios primero. En esa época me había vuelto egoísta y corto de vista. No veía a Dios como mi proveedor. Me veía a mí mismo y a mi trabajo como mi proveedor en lugar de Él. Él es el Gran “YO SOY” y como dice en Deuteronomio 6:4, “El Señor nuestro Dios, el Señor uno es.” Dios no está interesado en solamente conceder los deseos de nuestro corazón, Él quiere todo nuestro corazón. Mientras nosotros vemos las cosas al nivel de la superficie, Él puede ver desde un nivel mucho más alto de lo que nosotros podemos ver.
Aunque estaba muy agradecido con Dios por restaurar mi trabajo y ayudarnos durante esa temporada, yo sentía como que nuestro sueño se había perdido. Pero tres años después, Dios proveyó una casa que está cerca de donde originalmente queríamos construir, y que fue construida al mismo tiempo en que nosotros perdimos la “casa de nuestros sueños”. Las personas que estaban vendiendo la casa, la cual superaba nuestras expectativas, cuidaron muy bien de ella y la dejaron en una condición inmaculada. Era como que Dios puso a estas personas a cuidarla mientras Él esperaba el tiempo correcto para entregárnosla.
Dios había visto lo que necesitábamos al nivel de la superficie, pero Él quería que aprendiéramos a verle a Él primero, el Uno, el Todo. Gracias por permitirme compartir este recordatorio sobre la importancia de mantener los ojos puestos en el YO SOY.