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Los leones son criaturas magníficas. Me encanta observarlos, de lejos, en el zoológico, con mucho espacio y barreras entre nosotros.
Si me pones frente a un león, quien sabe en qué niveles de pánico entraré. No tengo la experiencia como Indiana Jones de las películas, pero sí puedo usar la estrategia de Daniel: la oración.
En vista de mis alergias e intolerancias a la comida, frecuentemente viajo con mi propia comida. No es fácil explicar o justificar mis problemas con la comida a los oficiales de la aduana, así que he adoptado la estrategia de orar para que Dios cierre los ojos de los oficiales tal como cerró las bocas de los leones en el foso.
Antes de mis viajes y cada vez que paso por la aduana, verbalizo esa oración. Y Dios es fiel. Hasta el momento, no he tenido ninguna complicación mayor por la comida que llevo a otros países.
Doy gracias a Dios por su fidelidad y te pido que me acompañes en oración para que Dios siga cerrando los ojos de los oficiales de la aduana al pasar por tres países durante las próximas tres semanas.
Además, te invito a identificar un león en tu propia vida. ¿Hay algo que enfrentas con más temor que fe?
El ejemplo de Daniel sobre el poder de la oración es impresionante. Vamos a conquistar los leones en nuestras vidas con una oración de fe.
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El siguiente blog fue escrito durante un retiro para escribir en enero del 2014. Cuadra demasiado con el tema de este mes para no compartirlo.
“El temor fue fuerte. No temía pasar cinco días a solas con Dios. No temía encontrar el tiempo o la inspiración para escribir – aunque estoy segura de que Satanás me va a atacar allí también.
Temía llegar a la cabaña en mi Toyota Corolla. Temía no poder encender el fuego en la estufa para calentar la casa y mis dedos dado que iba a estar tipiando mucho.
El temor es una tremenda herramienta de Satanás y nos encanta atacarnos cuando somos más débiles. Al ver el fuego que sí logré hacer, recordé su capacidad para quemar todas las imperfecciones y su habilidad de calentarnos. El temor es como un frío que penetra nuestro cuerpo. Nos puede conmover hasta el fondo. Sin embargo, Dios es un fuego consumidor (Hebreos 12:29), un fuego que refina (Malaquías 3:2-3), y nos promete un reino inconmovible (Hebreos 12:28). ¡Que tremendas promesas!
