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Los miércoles son los días a mitad de la semana en que nos sentimos con flaqueza. Nos falta energía y motivación. El fin de semana parece inalcanzable. Ponemos pausa al despertador.
Cuando éramos niñas, los miércoles frecuentemente fueron los días en los cuales mi mamá nos hacían crepes para el desayuno para mayor motivación a levantarnos.
Puede que estés pasado por un “miércoles” en tu vida – un tiempo en que tu fe está débil y te falta la motivación.
Al profundizar el tema de la fe esta semana, te quiero animar con unos versículos de Hebreos 11. Vemos a esos hombres y mujeres como héroes de la fe. Pero había momentos en que les flaquearon su fe.
En esos momentos, la fe, tan pequeña como una semilla de mostaza (Mateo 17:20), puede permitir que saquemos fuerzas de flaqueza.
¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y...
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Estoy en Buenos Aires, colaborando con mi amigo y misionero, Jonathan Hanegan. Es súper-aficionado de C.S. Lewis. En su honor, voy a compartir un segmento del libro de C.S. Lewis, Mero Cristianismo, en que habla sobre la fe.
“Pues bien, la fe, en el sentido en el que utilizo ahora esa palabra, es el arte de aferrarse a las cosas que vuestra razón ha aceptado una vez, a pesar de vuestros cambios de ánimo. Ya que el ánimo cambiará, os diga lo que os diga vuestra razón. Lo sé por experiencia. Ahora que soy cristiano tengo estados de ánimo en los que todo el tema parece muy improbable. Pero cuando era ateo, tenía estados de ánimo en los que el cristianismo parecía terriblemente probable. Esta rebelión de vuestros estados de ánimo contra vuestro auténtico yo ocurrirá de todas maneras. Precisamente por eso la fe es una virtud tan necesaria: a menos que les enseñéis a vuestros estados de ánimo “a ponerse en su lugar” nunca podréis ser cristianos cabales, o ni siquiera ateos cabales, sino criaturas que oscilan de un lado a otro, y cuyas creencias realmente dependen del tiempo o del estado de vuestra digestión. En consecuencia es necesario fortalecer el hábito de la fe.
El primer paso es reconocer el hecho de que vuestros estados de ánimo cambian. El siguiente es asegurarse de que, si habéis aceptado el cristianismo, algunas de sus principales doctrinas serán deliberadamente expuestas a vuestra mente todos los días. De ahí que las oraciones diarias, las lecturas religiosas y el acudir a la iglesia son partes necesarias de la vida cristiana. Se nos tiene que recordar continuamente aquello en lo que creemos. Ni esta creencia ni ninguna otra permanecerá automáticamente viva en la mente. Debe ser alimentada. Y, de hecho, si examinásemos a cien personas que hubiesen perdido su fe en el cristianismo, me pregunta cuántas de ellas resultarían haber sido convencidas de su supuesta invalidez por medio de argumentos. La gente, ¿no se va, simplemente, apartando de la fe?”