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¿Cuál es el mejor consejo que jamás has escuchado?
¿Fue por la persona que lo dijo? ¿O que fue en el momento preciso? ¿Quizás porque oíste la humildad y el amor detrás del comentario?
Ahora reflexiona en el peor consejo que jamás has escuchado. ¿Qué hizo que fuera tan mal?
Si vas a Pinterest, Instagram, o Facebook, encontrarás una cantidad de dichos y citas, perlas de sabiduría presentadas en forma artístico. Pudieras llenar tus paredes de los mejores de esos refranes.
Sin embargo, muchos de los dichos creativos que se comparten no benefician o bendicen cuando buscamos su significado verdadero. Son para levantar a uno mismo y no a otros. Invitan la comparación y el juzgar, los cuales nos llevan a desánimo y un espíritu de competición.
Cuando buscamos consejos y ánimo, debemos usar un filtro para ver si la perla de sabiduría viene del que pagó por la perla de gran precio (Mateo 13:45). Santiago nos da unas pruebas por las cuales podemos pasar los consejos para discernir si se trata de sabiduría de Dios o del mundo. Santiago 3 dice:
13 ¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que lo demuestre con su buena conducta, mediante obras hechas con la humildad que le da su sabiduría. 14 Pero si ustedes tienen envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejen de presumir y de faltar a la verdad. 15 Ésa no es la sabiduría que desciende del cielo, sino que es terrenal, puramente humana y diabólica. 16 Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas.
17 En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera. 18 En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz.
Hoy, en vez de ir a Pinterest, Instagram, o Facebook para consejos, busca la sabiduría de lo alto a través de la Biblia. Dios sabe de lo que habla.
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“Además de ellas, hijo mío, ten presente que el hacer muchos libros es algo interminable y que el mucho leer causa fatiga” (Ecc. 12:12).
Fue un refrán popular entre estudiantes de la universidad, especialmente durante los exámenes finales. Sus cerebros ya no aguantan más y no entra más información.
Cuando me gradué de la universidad de Harding, habiendo estudiado la terapia del lenguaje y el español, estuve lista para conquistar el mundo. Pensé que lo sabía todo y que las universidades pos-grados iba a hacer cola para inscribirme. Los que promocionaron la idea de ganar un año de experiencia antes de entrar en los estudios pos-grados no me tenían sentido. Me acuerdo pensar, de forma muy ingenuo, “Pero si ya lo sé todo, recién graduada…” Me da asco recordar mis pensamientos orgullosos e ignorantes.
De todos modos, a las universidades pos-grados les tocaba esperar dado que Dios tenía otro plan para mi vida y le seguí al ministerio a tiempo completo.
Pronto aprendí que no se trataba de lo que sabías, sino de cómo lo aplicabas y tu actitud hacia el aprender.