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Listo. Me rindo. Ya no me queda esperanza.
¿Te has encontrado así? Aún si sólo por un momento.
Hay situaciones en las cuales nos sentimos sin esperanza.
Había un hambre terrible cuando estaban sitiados los israelitas en 2 Reyes 7. Hasta vemos que dos mujeres decidieron comer a sus hijos. (Luego, una de ellas cambió de parecer – 2 Reyes 6:26-29.)
Lo que pareció una situación desesperada, Dios redimió al hacer que los sirios, quienes habían sitiado a los israelitas, se fueran. Luego, Israel pudo salir y disfrutar los bienes y la comida de los sirios como abandonaron su campamento.
Abraham, el padre de muchas naciones… Él y la esposa eran viejos y sin hijos – otra situación sin esperanza. Pero contra toda esperanza, Abraham, tuvo esperanza y creyó.
El hijo de promesa de Abraham no nació sino después de que se hicieron un pacto entre Dios y Abraham. Ismael, el hijo de Agar, nació antes de que Abraham fuera circuncidado. De hecho, padre e hijo fueron circuncidados el mismo día (Génesis 17:26) y el siguiente día, tres ángeles del Señor visitaron a Abraham y le prometieron un hijo con Sarah antes de que cumpliera otro año.
Cuando confiamos en Dios y entramos en pacto con Él, Dios toma lo imposible, situaciones sin esperanza, y tiene el poder para realizar cosas más allá de lo que esperamos o imaginamos (Ef. 3:20-21). Pregúntale a Abraham o a los Israelitas para confirmación.
¿Qué situación sin esperanza vas a entregar al Señor hoy?
#HermanaRosadeHierro #MHRH #esperanza #totalmenteentregada
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Prueben y vean que el Señor es bueno;
dichosos los que en él se refugian. Salmo 34:8 (NVI)
Un frío viernes por la mañana en el mes de enero, tomé un momento para escuchar la nieve que estaba cayendo. Pareciera que no tenía sonido, pero fue la belleza de esa quietud la que aprecié esa mañana de invierno.
Me alejé del susurro de mi computadora, el sonar melodioso de mi celular, y el timbre de las notificaciones que demandaban mi atención. Todo podía esperar.
Y como se hizo nueva la grama de mi casa por la cobija de nieve, mi perspectiva sobre la vida y todas mis frustraciones se renovaron por mi tiempo a solas con Dios, escuchando la caída de la nieve.
Para poder escuchar verdaderamente y totalmente, utilizo los cinco sentidos. Me encanta el olor de la nieve fresca y la textura es divertida, hasta en mis manos cubiertas por los guantes. El crujir bajo mis pies agrega otro sonido a su caída, pero sólo si escucho muy atentamente bajo la gorra roja que llevo puesta.
Al observar los copos de nieve de diferentes pesos y tamaños, me maravillo de los que el viento lleva; se tumban por el cielo al caer al piso. Así cuesta más conseguir unos copos para probar, pero me encanta como se derriten en mi lengua y humedecen mi aliento.
¿Puedes escuchar y probar la nieve conmigo? ¿Estás escuchando?
El escuchar es más que sólo oír un sonido.
De niñas, mis padres nos decían, “Necesito que me escuches con los ojos.” Pedían la atención completa y no-dividida.
El escuchar se realiza por los cinco sentidos. Probamos y vemos que el Señor es bueno. Y para estar totalmente entregada al escuchar, tengo que utilizar los cinco sentidos.
Hoy, al probar el café rico por la mañana, o saborear el bocado de comida sabrosa por la tarde, recuerda “probar y ver que el Señor es bueno” (Sal. 34:8). ¿Eres un olor fragante para el Señor? ¿Has tocado la vida de otros por lo que Dios ha hecho para tocar la tuya? Escuchemos y veamos las promesas de Dios cuando nos entregamos totalmente a Él.
Tomado de porciones de Llamada a Escuchar: Cuarenta días de devoción
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