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No sé lo que no sé. Y si no lo sé, no tengo como reconocer que no lo sé si alguien no me lo enseña.
Como adolescente, pensaba saberlo todo. Una vez mi papá me respondió, “Ah, es verdad. Se me olvidó que eras una adolescente y entonces ya lo sabes todo.” Él estaba siendo sarcástico, pero no lo reconocí como tal en el momento. Pensé que, por fin, estaba reconociendo el conocimiento que sí tenía.
Mientras más años pasan, más aprendemos que no lo sabemos todo, ni lo podemos saber. Y a veces, quisiéramos no saber lo que sí sabemos.
Sin embargo, algo que siempre podemos apreciar es saber y reconocer la perspectiva de otros. No sé lo que no sé hasta que alguien me lo revele.
Me gusta decir que hay más de una manera de quemar un pan tostado. No todo país ni toda familia funciona de la misma manera. La grandeza de Dios se afirma en la diversidad. Cada quien tiene su función. Y llegamos a conocer más a Él cuando conocemos y apreciamos las perspectivas y las funciones de otros.
Si pido a diez mujeres de diferentes edades, niveles de educación, culturas, y familias que lean el mismo versículo de la Biblia, ¿cuán distintas serían sus observaciones y reacciones sobre ese versículo?
Por ejemplo: consideremos el texto de Lucas 8:22-25
22 Un día subió Jesús con sus discípulos a una barca.
—Crucemos al otro lado del lago —les dijo.
Así que partieron, 23 y mientras navegaban, él se durmió. Entonces se desató una tormenta sobre el lago, de modo que la barca comenzó a inundarse y corrían gran peligro.
24 Los discípulos fueron a despertarlo.
—¡Maestro, Maestro, nos vamos a ahogar! —gritaron.
Él se levantó y reprendió al viento y a las olas; la tormenta se apaciguó y todo quedó tranquilo.
25 —¿Dónde está la fe de ustedes? —les dijo a sus discípulos.
Con temor y asombro ellos se decían unos a otros: «¿Quién es este, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?»
Una mujer que creció al lado del mar va a poder describir mejor las tormentas que se presentan sobre el agua.
La madre que está bien cansada por sus hijos pequeños va a apreciar el cansancio de Jesús y que tenía la oportunidad de dormir.
La joven que está luchando con su fe, reconocerá que no es la única que ha luchado con eso.
Y la mujer que está pasando por una tremenda tormenta emocional en su vida saldrá con esperanza de que Dios sí tiene el poder de calmar la tormenta en ella.
Hasta que escuchemos a las demás y apreciamos la diversidad en un grupo pequeño, no podemos reconocer la grandeza de Dios para ser el Todo en la vida de todos, y al mismo tiempo.
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“No le importa tu color a Jesús el Salvador, Cristo ama a los niños por doquier.”
1 Corintios 12 compara la iglesia con un cuerpo, con Cristo la cabeza. Me gusta decir a las mujeres que aunque se sienten que son la parte de menos significancia en el cuerpo, no la son. Pregunta a un paciente de cáncer sobre la importancia de los pelitos de la nariz después de la quimioterapia y te darás cuenta que no hay ningún aspecto del cuerpo que le falta importancia, y tampoco hay ningún miembro de poca significancia en el cuerpo de Cristo.
Muchos anhelan ser las manos y los pies de Cristo, una buena meta, seguro. Sin embargo, si Dios te ha llamado ser la uña del meñique, hoy te aplaudo. Tú eres la única que alcanza el puntico que me pica en el oído. Si Dios te ha llamado a cumplir una función que te parece demasiado pequeña, hoy te aplaudo. Necesitamos la diversidad de las funciones para poder cumplir con el propósito mayor que Dios dirige.
¿A quién puedes apreciar hoy por su función diversa en la comunidad?