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Escrito por Kat Bittner, miembro de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado Springs, CO
Si los acontecimientos del 2020 nos han enseñado algo, es que la vida aquí en la tierra es cada vez más impredecible. Los disturbios políticos, el caos social y una pandemia global dejaron a muchas de nosotras preguntándonos: "¿Qué sigue?" Algunas en la fe pueden incluso haberse preguntado cuándo Dios simplemente terminaría con todo y nos llamaría a casa. En medio de toda la ambigüedad y ansiedad, ¿cómo colocamos nuestro corazón en un estado de reposo? ¿Cómo encontramos la paz?
La paz en medio de todos los problemas sólo se puede encontrar en una relación real con Dios. Una relación real con Dios implica una comunicación regular con él. Depende de la oración regular. Y si alguna vez hubo un momento para desarrollar o mejorar nuestra oración con Dios, 2020 fue el catalizador para hacer precisamente eso. La oración siempre ha sido nuestro medio de intercesión ante Dios. Es como combustible para un motor o agua para el cuerpo. Es una parte crucial de nuestra vida. Y la oración es primordial para la relación con Dios.
Personalmente, el 2020 redefinió la oración como una relación inmediata y más deliberada con Dios. Se convirtió en un intercambio diario con Dios en lugar de hablar ocasionalmente con Dios. Mis oraciones ahora involucran una lectura de las Escrituras seguida de momentos de reflexión en silencio para que yo también pueda escuchar lo que Dios tiene que decirme. “Clama a mí, y te responderé, y te mostraré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:3, RVR1960).
La oración se ha convertido en un diálogo genuino en ese sentido en lugar de un discurso unilateral. Invoco a Dios y él escucha. “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré” (Jer. 29:12, RVR1960). Me llama a Él y yo escucho. “Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón” (Proverbios 4:20-21, RVR1960). A través de la oración, Dios y yo nos unimos mutuamente. “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8, NVI). Como resultado de esta reciprocidad en nuestra relación con Dios, Su paz nos envuelve. Y cuando aceptamos la paz que Él nos ofrece, podemos aliviar la ansiedad de este mundo. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, RVR1995).
La oración es clave. Es clave para la relación con Dios. Es clave para aceptar la paz ofrecida en Jesucristo. Y la oración es clave para la imprevisibilidad de nuestra vida aquí en la tierra. Sólo necesitamos ser conscientes de ello. “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17, RVR1960). ¿Estarás atenta a la oración? ¿Tú también serás redefinida por ella?
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Escrito por Sabrina Nino de Campos, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Metairie, LA
La oración es una de las maneras que Dios el Padre nos dió para comunicarnos con Él. Yo me acuerdo por ejemplo cuando era adolescente y pasé por fases donde me sentía perdida y sola, siempre tenía la costumbre de orar antes de dormir. Ese era probablemente el único momento en el día donde yo me dedicaba exclusivamente a Dios, y aunque yo sabía que no era suficiente, era uno de los únicos momentos durante aquellos años donde yo me podía sentir como yo misma.
Me acuerdo acostarme en la cama y hablarle a Dios hasta que las lágrimas salían de mis ojos y ya me sentía suficientemente cansada para dormir. Creo que mis oraciones, aunque yo no sabía qué decir, han sido una de las razones principales de que me haya mantenido en la fe durante años de incertidumbre.
¿Alguna vez has sentido que no sabes qué decirle a Dios?
Parece que esta duda no es algo nuevo. Los discípulos le preguntaron a Jesús, “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11:1, NVI), y Jesús no solamente les enseña a orar, pero podemos ver a través de la vida del Mesías que la oración era parte intrínseca de Su identidad. Él dedicaba muchas horas y hasta muchos días a la oración.
Richard J. Foster escribe en su libro Celebración de la Disciplina, “De todas las disciplinas espirituales, la oración es la más central porque nos inicia en la perpetua comunión con el Padre.” La oración nos trae al lugar dónde podemos ser más honestas, juntas a nuestro Abba, el único que conoce nuestros corazones y sabe de verdad qué sentimos y pensamos.
¿Has sido honesta en tus oraciones? ¿Has dicho a Dios todo lo que está en tu corazón?
Creo que muchas veces dejamos de hablarle a Dios lo que pasa en lo profundo de nuestras almas porque sabemos que Él tiene el conocimiento de todo lo que pasa en nuestras vidas. ¿Pero es así una relación entre un padre y sus hijos? Si realmente creemos que Dios es nuestro Padre y Amigo necesitamos confiar en Él como tal. Él quiere escucharnos, quiere que estemos en perpetua comunión con Él.
“Cuánto más nos acercamos al latido del corazón de Dios, más vemos nuestra necesidad y más deseamos estar conformados a Cristo.” (Richard J. Foster)
Redefinamos nuestra oración. Que no sea sólo un momento de peticiones y agradecimientos, sino un momento donde verdaderamente nos acerquemos al corazón de Dios, dejando nuestras cargas y dolor a Sus pies como Él nos invita a hacer. Tenemos grandes ejemplos en los Salmos donde los salmistas hablan de sus dolores y ofrecen sus dudas como alabanza al Señor. “Pero yo clamaré a Dios, y el Señor me salvará. Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha” (Salmo 55:16-17, NVI).
Nuestras oraciones no necesitan ser lindas, a veces no necesitan terminar con esperanza. Yahvé nos invita simplemente a hablar con Él, a conectarnos con nuestra verdadera identidad como hijas amadas y dejar nuestras cargas a Sus pies, sean ellas livianas o increíblemente pesadas.