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Para mí, hay comidas que no puedo comer. Son dañinos para mi cuerpo.
En vista de mis alergias e intolerancias a la comida, tengo que tener mucho cuidado en lo que consumo. Si digiero esas comidas, me enfermo y no puedo funcionar a plena capacidad.
También, vital para mi salud, es el descanso. Muchas veces, me cuesta dormir y si no duermo lo suficiente, no puedo cumplir con el día al nivel normal.
Las comidas equivocadas. Una falta de sueño. Esas y muchas otras cosas son dañinas para mi salud. Para mí, son como un veneno y mi cuerpo las rechaza como Dios vomita a los tibios (Apoc. 3:16).
Basura entra. Basura sale. Eres lo que comes.
La salud espiritual no es distinta.
¡Deja de tomar el veneno!
Hay cosas que nos son dañinas espiritualmente también. Los primeros dos venenos para mí son el orgullo y el aislamiento. (Voy a hablar más del aislamiento mañana.)
¿Cuál es el veneno o la tentación con el cual más luchas?
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A veces, me siento abrumada por todos los programas de dieta que mis amigos promocionan por Facebook. Me regocijo con ellos en su pérdida de peso y su mejoramiento de salud. Sin embargo, no hay un solo plan que funciona igual para toda persona. Somos distintos. Somos únicos. Y no podemos esperar el mismo resultado para uno como para el otro.
El mismo concepto aplica a nuestra dieta espiritual. Es distinta para cada uno. Hay días en los cuales necesito ejercitar mis músculos espirituales en la Palabra. O me hace falta la vitamina “O,” es decir, necesito más tiempo en oración.
La semana pasada, mi mamá tenía muchas ganas de comer vegetales — quizás una indicación de una falta de ciertos nutrientes.
Espiritualmente hablando, a veces no sabemos lo que nos hace falta, pero existe un vacío espiritual que sólo puede llenar nuestro Creador.
¿Qué elemento de tu dieta espiritual te hace falta hoy?