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Pensé que ya mis arbustos de rosas se habían muerto. Lo que hice para cortar y recortar parecía más como un horrible corte de cabello que no dejó nada. Mis pulgares no son verdes, sino negros. Es decir, no tengo ningún talento para las plantas. Por ende, las instrucciones que me había dado una amiga talentosa con los jardines, se alejaron de mi memoria y lo poco que me acordé estaba borroso y confuso. Estaba segura de que había fracasado a mis arbustos de rosas.
Comenzó el auto-hablar negativo, “¿Cómo puedes dirigir un ministerio para Hermanas ROSA de Hierro si no puedes mantener vivo un solo arbusto de rosas?”
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Escrito por Wendy Neill
Visito frecuentemente a la farmacia. La mujer que trabaja allí me ve llegar y no me pide el nombre, sino que va directo a las bolsas del apellido “N.” Los gemelos “enfermedad crónica” y “dolor” residen en mi casa, así que gastamos más de lo que quisiéramos en las medicinas y las vitaminas.
Un día, esperando en la farmacia, vi una colección de fotos en la pared. Tenía caras sonrientes de toda edad. Abajo decía, “Celebrando las personas felices y saludables.” Luego, en cursiva, había la cita, “La fundación de la felicidad es la salud.”
Susurré a mí misma, “No lo creas.”