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Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
Yo soy de esas personas que cuando les gusta una canción la escuchan mil veces durante todo el día (o varios días) hasta que ya no les emociona más. Literalmente puedo buscar en Youtube: “Una hora de... (tal canción)” y reproducirla todo el día. Se convierte en la primera y única canción que escucho por mucho tiempo. Se vuelve el soundtrack o la canción principal de mi día (o días) y lo disfruto mucho.
Eso me recuerda a cuando decidimos obedecer el evangelio y nos bautizamos. Convertirnos a Cristo y todo lo que tiene que ver con la iglesia en nuestra prioridad. Estamos emocionados por aprendernos la letra de todos los himnos que cantamos en las reuniones, asistimos a todas las actividades de la iglesia, queremos leer toda la Biblia y conocer todos los versículos. ¡Nos apasionamos por Jesús!
¡Qué maravilloso sería que mantuviéramos esa misma pasión durante el resto de nuestra vida cristiana!
Como es de esperarse, la vida continúa y con ella llegan nuevas decisiones, retos y etapas como: el matrimonio, hijos, nuevos trabajos, estudios universitarios, viajes, migraciones… y generalmente, suelen hacer que esa pasión que sentíamos al inicio por Jesús disminuya un poco. No me refiero a que dejamos de amar a Jesús y ser Sus discípulos; me refiero a que los afanes de la vida a veces son tan pesados y retadores que hacen que nos distraigamos de lo importante. A tal grado, que podríamos cometer el grave error de darle el primer lugar que solo Dios merece.
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.” (Ex 20:4-5, RV1960, énfasis añadido)
Al leer este pasaje me impactan esas tres palabras:
“HARÁS”: Me hace entender que cualquier cosa que ocupe el lugar de Dios, es un ídolo que nosotras mismas tenemos la facultad de crear.
“INCLINARÁS”: Todo lo que idolatramos, nos hace tomar una actitud de sumisión. Por lo tanto, cedemos nuestra voluntad a eso.
“HONRARÁS”: Respetamos y le damos un lugar de preeminencia a aquello que ponemos en primer lugar.
Es importante recordar que tenemos un Dios celoso y debemos ser muy conscientes de eso. Él quiere que lo busquemos, que lo elijamos, que lo adoremos por encima de cualquier otra cosa creada en el mundo. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3:3) y a Él debemos honrar.
Te invito a preguntarte: ¿Es Dios la canción principal de mi vida actualmente?
Espero que sí. Él es nuestro Rey.
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Escrito por Kara Benson, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Alabama
Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. (Heb 12:2, NIV)
¿Qué significa perseverar? Es mantener un propósito o continuar en un curso de acción a pesar de las dificultades. La clave de la perseverancia es la persistencia frente a los desafíos. Estamos llamados a perseverar como discípulos comprometidos…
- A pesar de lo que otras personas piensen, digan o hagan. “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta” (Ro 12:2).
- A pesar de la engañosa atracción del pecado. “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual,[a] ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Heb 12:1).
- A pesar de nuestro pasado. Considera Hechos 9:20-22. ¿Crees que Pablo alguna vez escuchó comentarios negativos acerca de su estilo de vida anterior de perseguir a la iglesia del Señor? Sin embargo, escribe: “Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Fil 3:13b-14).
- A pesar de las espinas en la carne. Pablo le suplicó al Señor que le quitara su lucha física.
Pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, gustosamente presumiré más bien de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2Co 12:9-10)
Que esta sea nuestra actitud humilde con respecto a nuestros problemas de salud, las luchas actuales y las cargas que soportamos. Podemos aprender a ser agradecidos.
¿Por qué perseveramos? Perseveramos para…
- Terminar la carrera. “Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a quienes lo aman” (Stg 1:12).
- Recoger una cosecha. “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos” (Gá 6:9).
- Recibir las bendiciones de la justicia, la paz y el compartir la santidad de Dios. “pero Dios lo hace [nos disciplina] para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien dolorosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (Heb 12:10b-11).
- Alcanzar la madurez y la integridad. “Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce perseverancia. Y la perseverancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros sin que les falte nada” (Stg 1:2-4).
- Encontrar el poder y la bondad de Dios. “En verdad, consideramos dichosos a los que perseveraron. Ustedes han oído hablar de la perseverancia de Job y han visto lo que al final le dio el Señor. El Señor es muy compasivo y misericordioso” (Stg 5:11).
- Experimentar oportunidades para ayudar y consolar a los demás. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren” (2Co 1:3-4).
¿Cómo perseveramos?
Ponemos nuestra mirada en Jesús. Meditamos en la vida de Cristo, las enseñanzas de Cristo, los sufrimientos de Cristo, la resurrección de Cristo, las promesas de Cristo y la gloria de Cristo. Contemplamos lo que será estar finalmente en casa con Jesús, por fin, eternamente en el cielo. Esperamos ansiosamente el regreso de nuestro amado Señor, anhelamos ese día y aceleramos su venida (2 P 3:12). Con nuestras palabras y con nuestros corazones, decimos: "Ven, Señor Jesús”.
Hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, pues están obteniendo la meta de su fe, que es su salvación. (1P 1:6b-9)