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Ocasionalmente, alguien hace algo que me molesta, me irrita, me hace impaciente, me enoja… pues, ya captas la idea. ¿Qué haces cuando alguien te fastidia así?
Es fácil señalar a la otra persona, resaltar sus fallas, y enfocarnos en sus palabras y comportamiento. Lo que cuesta más, pero es lo mejor, es examinar a nosotros mismos y tomar un momento para evaluar nuestra actitud.
La revisión de la actitud no se trata de excusar el comportamiento de la otra persona, sino se trata de examinar a mí misma y reaccionar de una manera que glorifica a Dios, busca la paz, y vencer la maldad con el bien. Romanos 12:17-21 habla directamente de esa transformación de mi reacción:
No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien,
«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer;
si tiene sed, dale de beber.
Actuando así, harás que se avergüence de su conducta.»
No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.
Vamos a transformar nuestras actitudes y nuestras reacciones hoy.
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A veces cuesta entrar en una comunidad. Me acuerdo de los grupos en la escuela secundaria y cómo me provocaron los temores y las inseguridades al sentir excluida.
Somos transformados cuando alguien nos invita ser parte del grupo, nos da la bienvenida, y nos hace sentir en casa—parte de algo más grande que nosotros.
Para los que no han tenido la bendición de ser parte de una familia o grupo amoroso, el gozo a ser adoptado o incluído puede ser transformador. Al ser adoptados, nos invita a compartir su nombre, en las tradiciones familiares, a la comunión con otros miembros de la fmailia, y un sentido de pertenencia.
No hay adopción más especial que la de ser escogido por Dios, adoptado en su familia, comprado por la sangre de su hijo, Jesucristo.
El concepto de adopción lleva un signficado especial para nuestra familia dado que mi papá fue recibido en la casa de mis abuelos como hijo adoptivo a los 15 años. No sería el hombre cristiano que es hoy en día si no fuera por el amor, disciplina, enseñanza, e influencia de ellos.
¿Cuál es la significancia de la oportunidad que tenemos de ser adoptados a la familia de Dios? Si conoces a alguien que no forma parte de esa familia espiritual, toma el tiempo de invitarles a ser adoptado—a ser bendecido por el amor, disciplina, enseñanza, e influencia que trae consigo la transformación y una vida abundante en Cristo.