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escrito por Eliuth Araque de Valencia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro, viviendo en Medellín, Colombia
«Regocijaos en el Señor siempre» Filipenses 4:4
Hoy es muy poco lo que se escucha hablar del paso del tiempo entre mujeres. Aunque cada día es evidente, para las que ya hemos vivido algunas décadas es un desafío constante. Siendo madre, hija, esposa, hermana, nos vemos entre dos caminos, uno donde encontramos que no hay nada más placentero que saber que Dios nos da gracia en cada etapa vivida. Y otro donde, es prioridad preocuparnos por los cambios que gradualmente se van observando en nuestro cuerpo. Lo que me confronta y me redefine a pensar si realmente hasta este punto de mi vida donde ya no tengo 20 años, ¿lo estoy viviendo y haciendo gloriosamente en la gracia del Señor?
Con certeza sabemos que el cuerpo llegará a ser polvo y este vuelve a la tierra y el espíritu vuelve a Dios que lo dio (Ecl. 12:7). No hay filtro o efecto que pueda detenerlo mucho menos auto engañarnos pensando que la tintura de cabello, o un producto milagroso, o algún retoque quirúrgico cambie lo que ya Dios ha establecido. El avance de la edad no debe intimidarnos. Nuestra meta como mujeres cristianas no es la de retardar el envejecimiento sino hacerlo gloriosamente en la gracia del Señor. Pero ¿qué del Espíritu? ¿Envejece también al paso de nuestro cuerpo o se mantiene vigoroso y fuerte delante de Su Señor?
Mientras nuestro cuerpo se deteriora nuestro espíritu se renueva, eso lo aprendemos de las Escrituras. Sin embargo ¿nosotras estamos completamente decididas en preservar la juventud de nuestro espíritu renovándolo en una entrega constante al Señor? Esto me invita a hacer una introspección con estas preguntas:
¿Cómo lograrlo sin alimentar nuestro espíritu?
¿Cómo lograrlo si llevamos una vida desordenada?
¿Cómo lograrlo si no buscamos la piedad?
¿Si nos preocupamos más por las cosas temporales que las eternas?
Apenas obvio, en un abrir y cerrar de ojos estamos inmersas en una sociedad que idolatra completamente la juventud y con seguridad le hemos dado cabida en nuestros afanes y nos han robado el gozo. Pero si algo tenemos seguro es que nadie por mucho que se afane puede detener el tiempo y mucho menos el paso de los años que hacen cambios en nuestro cuerpo, corazón y mente. Envejecer con gozo para la Gloria de Dios debe ser el propósito de todas nosotras como mujeres piadosas que amamos a nuestro Señor y deseamos servirle. El nos alienta en Su palabra: Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Ped. 3:18).
Amada hermana, aunque nuestro cuerpo envejezca, nuestro espíritu debe estar renovándose para cada día parecerse más a Cristo. Una vida en santidad y piedad aun en medio de las diversas pruebas nos llevará a regocijarnos siempre porque la belleza de la juventud no está en lo que el ojo humano puede ver, sino en lo que Dios ve y ha puesto de manifiesto en nuestros corazones. Y por más arrugas que se dibujen en nuestro rostro y aunque rechine el cuerpo al andar, el joven y fuerte espíritu de la mujer que teme al Señor resaltará, luciendo siempre la gloria de su Señor.
Abracemos con gozo esos años que Dios nos da y amemos los cambios que con ellos llegan, no perdamos la mirada de nuestro Señor Jesús porque vivir para la eternidad es nuestro mayor anhelo. Recordemos lo que nos dice en Proverbios 20:29, La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez.
La vejez es una etapa fructífera de la vida y hay que vivirla con gozo indefinido.
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Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia.
¿Cómo se puede estar siempre gozosa cuando lo pierdes todo o cuando no tienes nada?
Esa es una pregunta que ronda en mi cabeza, porque tengo toda la intención de cumplir con 1 Tes. 5:16 que nos anima a estar siempre gozosas; pero, para ser sincera, a veces cuesta mucho.
Voy a la Biblia y me encuentro con Noemí, una mujer que perdió a su esposo y a sus dos hijos. Su dolor y su historia me llevan a reflexionar en un posible camino para recuperar el gozo en medio de las pruebas, y lo describo a continuación:
1. Vivir el sentimiento
Hacer como si no ha pasado nada, no es útil. En momentos difíciles, en los que sentimos que estamos sin salida o que nos cayeron todas las desgracias una detrás de la otra, es importante contactar primero con la emoción. En el caso de Noemí, fue la amargura. Me encanta como ella misma lo dice:
“…No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías.” (Rut 1:20-21, RVR1960)
Ella regresó a su pueblo con las manos vacías, seguramente con un sentimiento de derrota o fracaso. Pero su primera acción fue decirles a sus vecinos lo mal que se sentía. No trataba de ocultar su corazón. Fue real y auténtica.
2. Diseñar un nuevo plan
En esa época era importante para las mujeres estar bajo la protección de un hombre. Así que Noemí luego de vivir su duelo, puso manos a la obra. Instruyó a su nuera Rut para lograr ser redimida por un pariente cercano y de esa manera estar a salvo. Tuvo paciencia y confió en que, ella y su nuera, tendrían un futuro nuevo y lleno de esperanza.
“Entonces Noemí dijo: Espérate, hija mía, hasta que sepas cómo se resuelve el asunto; porque aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto hoy.” (Rut 3:18, RVR1960)
Aunque el libro de Rut tiene sólo 4 capítulos y se lee en pocos minutos, seguramente les tomó más tiempo a Rut y a Noemí vivirlo. Pero su gozo estuvo siempre manifiesto porque su mirada estuvo siempre en Dios, Su proveedor y protector por excelencia.
Quizás el error nuestro sea que hemos relacionado el gozo con las situaciones placenteras o agradables de la vida; y, olvidamos que el gozo en realidad es fruto del Espíritu Santo (Gal. 2:22). Así que, al tener al Espíritu Santo, tenemos gozo. Bueno, por lo menos tenemos la semilla del gozo, sólo nos queda trabajar para desarrollarlo y que dé fruto.
No tengamos temor de vivir a plenitud nuestro sentir, pero no olvidemos diseñar un nuevo plan. Hay esperanza para todo aquel que decide confiar en los planes de Dios. Hoy podemos contar a Noemí como parte de los ancestros del rey David. Ella redefinió su gozo, fue valiente y le dio un giro a su historia.
¿Seremos nosotras ejemplo de mujeres gozosas también?
Nota: El primer estudio ePétalo del Ministerio Hermana Rosa de Hierro se trata de la relación como Hermanas Rosa de Hierro entre Rut y Noemí. Es gratis si quieren bajarlo y estudiar esta historia bíblica más al fondo.