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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Los griegos usaban al menos seis palabras diferentes para lo que el inglés resume en una sola palabra: amor.
Eros describió el amor físico o el deseo sexual.
Philia definió el amor fraternal.
Storge caracterizó el amor familiar.
La manía era el amor obsesivo.
Pragma, un amor basado en el deber o la obligación, se refiere a un amor práctico.
Finalmente, ágape, describe el amor incondicional y sacrificial.
Ágape es la palabra más utilizada en todo el Nuevo Testamento. El amor incondicional y sacrificial caracteriza el amor que Dios tiene por nosotros y el amor que Él nos llama a tener por los demás.
A menudo conocido como el apóstol que Jesús amaba, Juan habla más sobre el amor que cualquiera de los otros escritores. Cita a Jesús hablando de ello y lo ilustra a través de sus propios escritos, inspirados por supuesto, por el Espíritu Santo.
Mientras enseñaba a Nicodemo, Jesús explicó, “»Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16, NVI)
- Dios no ama por deber u obligación (pragma). El amor incondicional (ágape) es una elección.
9 “»Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. 12 Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. 13 Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.” (Juan 15:9, 12-13)
- Jesús habla del amor como sacrificio (ágape), no meramente fraternal (philia).
7 Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. 8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. 9 Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de[a] nuestros pecados. 11 Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. 12 Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre[b] nosotros su amor se ha manifestado plenamente. (1 Juan 4:7-12)
- El amor familiar (storge), que tienen el Padre y el Hijo, es el fundamento sobre el que se asienta su amor ágape por los demás. No solo hablan teóricamente del amor ágape, sino que muestran ese amor para que podamos vivir a través de ellos (1 Juan 4: 9, arriba).
Una de las cosas hermosas del amor ágape de Dios por nosotros es que, si verdaderamente habitamos en Su amor, el amor perfecto de Dios expulsa el temor (1 Juan 4:18).
No puedo amar perfectamente por mi cuenta. Vivimos el amor por Dios y por los demás cuando por primera vez somos llenos hasta rebosar de Su amor.
Max Lucado escribió un libro titulado Un amor que vale la pena vivir. La premisa de este libro se basa en la idea de que la definición de amor de 1 Corintios 13 es nuestra meta. Si esas características del amor son las que se espera que todos mantengamos, fracasaremos. Lucado afirma que, si tuviéramos que poner nuestro propio nombre en el lugar de la palabra amor, nos sentiríamos extremadamente inadecuados e insuficientes.
Usando sólo el versículo 4 de 1 Corintios 13, “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso.” Michelle es paciente… con los niños. Michelle es amable, por lo general. Michelle no envidia… la mayoría de las cosas. Ella trata de no presumir. Uh, y ese tema del orgullo... bueno...
Por el contrario, como propone Lucado, podemos cambiar nuestra imperfección obvia por una expectativa de que Dios en nosotros puede ser todo lo que es el amor porque ¡somos una efusión de Su amor!
Dios en Michelle es paciente. Dios, a través de Michelle, es bondadoso. Por Dios, Michelle no tiene envidia. Ella se jacta en el Señor (como lo hace Pablo). Y por el ejemplo de humildad de Cristo, Michelle no es orgullosa.
Dios nos ve a través de los ojos del amor ágape. Siempre es amable y no guarda ningún registro de los errores. El amor ágape nunca falla.
Que permanezcamos en Su amor a tal grado que sirvamos como vasos rotos para la efusión de Su amor ágape.
¿Qué es lo que más amas del amor de Dios?
¿Cómo puedes amar como Cristo ama hoy?
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Escrito por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
El lograr importantes relaciones bajo el orden del Padre Celestial, me ha permitido definitivamente educar al corazón a diario y seguir sirviendo al Señor Jesucristo en cada instante en este espacio terrenal.
De niña, y luego como adolescente, se desarrollaron creencias y aprendizajes cada vez más significativos que dieron origen a nuevos conocimientos, en medio de desaciertos como todo ser humano. Recuerdo que cometer errores en la infancia era algo involuntario, pero luego fue voluntario por no saber aceptarlos como pasos para aprender.
Mis relaciones interpersonales, siempre fueron pocas. Me daba mucha inseguridad establecer conexiones con todos. En medio de timidez, pasó el tiempo y hubo hechos que desencadenaron en incertidumbres, soledad y frustraciones que en ese momento no comprendía y eran un obstáculo para mis relaciones sociales.
En la edad de escolaridad recuerdo que siempre pasé desapercibida y, cuando cometía algún error, me frustraba en gran manera; hecho que bloqueaba todo aprendizaje. Al pasar el tiempo y al ir conociendo a Jesús, la seguridad me iba dando la convicción de que cada desacierto era parte de un crecimiento y que me ayudaba para crecer, y en acuerdo con Romanos 8:28, “todo me servía para bien,” esforzándome por descubrir por mí misma lo que consideraba que no era lo correcto. Luego, el estudiar dificultades en el aprendizaje, seguía dando respuestas a las incertidumbres que tenía.
Hermanas amadas, al equiparnos en cada historia nuestra, nos vamos animando mutuamente y al saber que cada oportunidad que se nos presenta es de aprender siempre de las relaciones. Es así, que iremos creciendo y madurando en la fe e ir logrando la estatura de Cristo a la que el apóstol Pablo nos exhorta en Efesios 4:13 (RVR) “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
Todavía me falta seguir aprendiendo, y seguro que a ti también. Como seres humanos, considero el error algo normal y frecuente en el caminar secular y cristiano; al hacer o pensar las intenciones del corazón que en ocasiones no deberíamos, se convierten en un combate interno como parte del crecimiento espiritual. Lo que conlleva a aceptar que somos seres imperfectos, en manos de un Dios perfecto que nos perfecciona todos los días en Cristo Jesús.
No olvidemos que: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pacados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9); esto nos da la certeza de que, como seres humanos al cometer un error, inmediatamente debemos arrepentirnos; es decir, cambiar de actitud hacia Dios, confesar y pedir perdón. Así mismo, es necesario humillarnos y reconocer ante Su presencia la naturaleza pecaminosa que lucha en las debilidades desde lo interno y suplicar siempre la disciplina del Señor para ser transformadas.
Finalmente, cada vez que la prueba, la debilidad y el error llega, vivamos Romanos 8:28, sabiendo que Dios Todopoderoso interviene con Sus infinitos propósitos en todo, logrando fortaleza y experiencias para ayudar y no detenernos en lo malo. Amada, ojalá este sea tu mismo sentir y todas sigamos hacia la meta.
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