Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.

Recibir el blog

Etiquetas

Búsqueda

Otros idiomas

This devotional is also available in English.
Este artigo também está disponível em português.

Compras en línea

Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más

Compra Ahora

BelizaKocevEscrito por Beliza Kocev, Coordinadora de Brasil del Ministerio Hermana Rosa de Hierro

La esposa actual de mi esposo no es la misma mujer con la que se casó. Pero espera, parece que estuviera hablando de dos mujeres diferentes, ¡pero ambas son yo! Me explico: estamos en constante cambio y transformación. Las cosas que nos suceden (buenas o malas), las personas que conocemos, lo que escuchamos y, en realidad, cualquier cosa con la que tengamos contacto tiene una influencia en nosotros. 

Con el tiempo, me he vuelto más sensible y paciente con algunas cosas, pero también incisiva y directa con otras. Mi esposo también ha cambiado con el tiempo, y tenemos la impresión de que muchas cosas que fueron desafiantes para nosotros como pareja al principio ahora son más fáciles porque nos conocemos y trabajamos mejor juntos, compartiendo un propósito. Lo cierto es que, nos guste o no, nos transformamos progresivamente, de forma intencionada o espontánea, y que las personas que nos rodean pueden notar estos cambios como los gobernadores, ancianos y maestros de la ley en Jerusalén lo hicieron. "Al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y reconocieron que habían estado con Jesús" (Hch 4:13 NVI). 

Pedro y Juan eran personas normales, pero debido a que estaban cerca de Jesús, fueron transformados en hombres seguras y valientes, conscientes de que la predicación del evangelio era la parte más importante de su existencia, incluso aunque pusiera en riesgo sus vidas. De pescadores normales a pescadores de hombres, la comunión con Jesús los transformó. No es diferente para nosotros: cuanto más tiempo pasamos con Cristo, más intensa es nuestra transformación.

Antes de que esta transformación pueda ser notada por las personas que nos rodean, debe suceder dentro de nosotros. Comienza cuando nos sometemos a Jesús, deseando ser cada vez más como Él. No podemos hacerlo solos. La transformación no es simplemente un esfuerzo humano, es el Espíritu Santo obrando en nuestros corazones. Al entregar nuestro corazón y nuestra vida a Jesús, el Espíritu actúa en nosotros, cambia nuestros valores, elimina nuestros vicios y nos hace cada vez más como Cristo. 

A lo largo de este proceso, hay algo muy precioso en la contemplación. Como ya se ha mencionado, todo lo que nos rodea influye en nosotros y puede ayudar o dificultar nuestro proceso de transformación, de ahí la importancia de silenciar las distracciones que nos rodean y centrarnos en nuestra relación con Dios. “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu” (2 Co 3:18). La palabra de Dios nos da la oportunidad de conocer las maravillas y el poder del Creador, el carácter y las enseñanzas de Jesús, y los milagros y la guía del Espíritu Santo. Tenemos tanto que contemplar para ser transformados...

¿En qué área de tu vida necesitas crecer y desarrollarte para ser transformada a la semejanza de Cristo?

¿Qué espina necesitas quitar para ser más como Él? 

¿En qué área de tu vida te esfuerzas por profundizar o necesitas a alguien que te ayude a mantener tu compromiso de ser transformada? 

Que mantengamos la fuerza y el entusiasmo para ser transformadas, manteniendo nuestros ojos fijos en Jesús hasta el día de su regreso. "Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús" (Fil 1:6).